¡Te oigo, Dios!
El bebé Gabriel se movía y se quejaba mientras su madre lo sostenía para que los doctores le colocaran su primer audífono. En cuanto el médico encendió el artefacto, Gabriel dejó de llorar. Abrió grande los ojos y sonrió. Podía oír la voz de su mamá que lo consolaba, lo alentaba y decía su nombre.
Liderazgo enfocado en el reino
Cuando me uní a un grupo de autores cristianos de libros para niños, que oraban unos por otros y se ayudaban para promocionar los materiales, algunos dijeron que éramos «tontos por trabajar con competidores». Pero nuestro grupo estaba dedicado a un liderazgo enfocado en la obra de Dios; y en la comunión, no la competencia. Compartíamos la misma meta: difundir el evangelio. Servíamos al mismo Rey: Jesús. Juntos, estamos alcanzando a más personas con nuestro testimonio de Cristo.
Dios las hizo todas
Xavier, mi hijo de tres años, me apretó la mano cuando entramos en el Acuario de la bahía de Monterey, en California. Señalando hacia la escultura de tamaño real de una ballena jorobada, suspendida del techo, dijo: «¡Enorme!». Siguió con los ojos bien abiertos mientras exploramos cada sala. Nos reímos cuando las nutrias salpicaban agua mientras comían. Quedamos en silencio ante la gran ventana de vidrio, fascinados con las medusas doradas que danzaban en el agua azul eléctrico. «Dios hizo cada criatura del océano —dije—, así como nos hizo a ti y a mí». Y Xavier susurró: «Guau».
En las manos amorosas de Dios
Después de otro problema de salud, le temía a lo desconocido e incontrolable. Un día, en un artículo de la revista Forbes, me enteré de que los científicos estudiaron el aumento de la «velocidad de rotación de la tierra» y afirmaron que el planeta «se tambaleaba» y «giraba más rápido»; que esto «podría requerir […] la reducción oficial de un segundo del tiempo global». Aunque un segundo no parece una gran pérdida, saber eso me afectó mucho. Aun la más mínima inestabilidad puede hacer que mi fe tambalee. Sin embargo, saber que Dios tiene el control me ayuda a confiar en Él por más aterradoras y tambaleantes que parezcan nuestras circunstancias.
El ciclo del gran amor de Dios
A los 30 años de edad, siendo una creyente nueva en Jesús, me surgieron muchas preguntas después de entregarle mi vida. Cuando empecé a leer las Escrituras, los cuestionamientos aumentaron. Le pregunté a una amiga: «¿Cómo puedo obedecer todos los mandamientos de Dios? ¡Si incluso esta mañana le hablé mal a mi esposo!».
Salvador dispuesto
Una noche, mientras conducía, Nicolás vio que se incendiaba una casa. Estacionó, fue corriendo hacia allí y rescató a cuatro niños. Cuando la niñera se dio cuenta de que faltaba uno de los hermanos, se lo dijo a Nicolás. Sin dudar, volvió a entrar en ese infierno. Atrapado en el primer piso con la niña de seis años, rompió una ventana y saltó con la pequeña en sus brazos. Más preocupado por los demás que por sí mismo, rescató a todos los niños.
Puntos de esperanza
La oceanógrafa Sylvia Earle fundó Mission Blue, una organización dedicada al estudio del deterioro de los arrecifes de coral y el desarrollo de «puntos de esperanza» globales. Estos lugares especiales alrededor del mundo son «vitales para la salud del océano», lo cual impacta sobre nuestra vida en la tierra. Mediante un cuidado específico de estas zonas, los científicos han visto que las comunidades subacuáticas se restauran y la vida de especies en peligro se preserva.
La Luz de esperanza
La brillante cruz roja de mi madre debería haber estado colgada junto a su cama en el hospital. Lo único que quería para Navidad era un día más con ella. En cambio, estaba en casa… colgando su cruz de un árbol falso.
El compromiso más reconfortante de Dios
Hace unos años, nuestra familia visitó Four Corners, el único lugar de Estados Unidos donde se encuentran cuatro estados en un mismo punto. Mi esposo se paró en la sección marcada como Arizona. Nuestro hijo mayor, A. J., saltó a Utah. Nuestro hijo menor, Xavier, se quedó en Colorado, mientras yo me deslizaba a Nuevo México. Estábamos juntos y separados, y nuestra risa se escuchaba en cuatro estados. Ahora que nuestros hijos adultos se han ido de casa, tengo una apreciación más profunda de la promesa de Dios de estar cerca de todos sus hijos dondequiera que vayan.
Reflejando la luz del Hijo
Después de tener un conflicto con mi madre, ella finalmente accedió a reunirse conmigo a más de una hora de distancia de mi casa. Pero cuando llegué, ella ya se había ido. Enojada, le escribí una nota, pero la releí al sentir que Dios me impulsaba a responder con amor. Cuando ella leyó mi mensaje revisado, me llamó. «Has cambiado», dijo. Dios usó mi nota para llevar a mi mamá a preguntar sobre Jesús, y finalmente, lo recibió como su Salvador personal.